La parte más difícil es haber visto el fin desde que todo inició… y aún así seguir negándolo, seguir engañándote con excusas irrisorias… seguir haciéndote daño por miedo a alzar el rostro, mirar a los ojos y reconocer que se acabó.
A eso le temes: a aceptarlo. Sabes que están a punto de destrozarte y no tomas parte en la situación. Te amedrentas ante el eco de las palabras que nunca te dijo y de todos los silencios que siguieron a tus “Te Quiero”.
Y no te importa seguir lastimándote y continuar fingiendo que todo marcha bien, sonreír a tus amigos y ocultar tras un velo la tormenta que está resquebrajándote por dentro. No debes demostrarlo, no puedes dejar que ellos que ellos te vean así… es más fácil y más sano para todos que continúes actuando, que nada interrumpa esa calma absurda conseguida mediante máscaras.
Incluso puede que termines creyendo tus propias mentiras. Entonces, te aferras a esa tranquilidad y poco a poco te autoconvences de que todo es maravillosamente agradable… pero en esa situación, sigilosamente te vuelves frágil y no alcanzas a descubrirlo hasta que un soplo de insignificantes problemas logra tirarte.
Caes abatida. Vuelves a chocar con la misma realidad que desde un principio intentó derrumbarte. Te das cuenta de que ya no lo soportas más… te rebelas y gritas y lloras y te ahogas en el mar de desesperanza que se extiende frente a ti. Dejas que tus lágrimas borren toda la tristeza… aunque por dentro hay cicatrices que no podrás esconder mañana.
En este punto sólo te tienes a ti misma, es decir, a los trocitos de ti que has conseguido recolectar. Sobre ti, un inmenso cielo gris de palabras sin ilación, las palabras que tanto deseaste oír un día y que ahora ya no valen la pena porque sabes que nunca acertará a pronunciarlas.
Pero de pronto, en un instante (un dulce y maldito segundo) reaparece en tu mundo y amenaza con extraviarte en la neblina… y a ti nuevamente no te importa volver a perderte, crees sus mentiras aunque sabes que así como regresó a tu camino, desaparecerá mientras tú aún no abres los ojos tras un suave beso.
Una voz te grita que no lo hagas, no le permitas lastimarte de nuevo. Ya has sufrido bastante, no es necesario que revivas esa angustia… Pero la acallan los latidos desenfrenados de tu corazón y te ilusionas otra vez.
Y otra… y otra… y otra vez…
Y finalmente, no entiendes que la parte más difícil es reconocer que tal vez… sólo tal vez, siempre es demasiado tarde para ustedes.
20.51
16 de junio, 2009
0 Opiniones ♪:
Publicar un comentario