No puedo más de ver a mi país en el suelo. Si en principio nos manteníamos en pie por el miedo, para mí hoy ya es tiempo de llorar.
Tanta pena y tan profunda. Es el alma de Chile la que se ha trizado, son miles de papás, hermanas, hijos y amigas los que se han cubierto de silencio y de noche, esa noche de fines de Febrero que aún no aclara.
El llanto de una madre cuyo hijo le ha sido arrebatado de sus brazos en Constitución por la misma pared infranqueable de agua que le quitó a su novio, ese llanto se desvanece entre el clamor de un pueblo que llora a sus víctimas.
Tantas heridas, tanto dolor. Casas en el suelo y bajo ellas, familias completas. No tuvieron tiempo para huir, no tuvieron tiempo siquiera para entender qué ocurria, porqué sus sueños de toda la vida ahora se les venían encima materializados en adobe, concreto y madera. Me pregunto si alguno alcanzó a terminar el Padre Nuestro. Líbranos de todo mal. ¿O habrán llegado sólo a pedir que se haga Su voluntad?
Como sea, Chile entero acaba lo que ustedes empezaron: con una pena negra rezamos por el eterno descanso de sus almas.
La información vuela y el viento del sur sólo nos trae malas noticias. Con el corazón pendiendo de un hilo y sin comunicación a las ciudades afectadas, cada despacho vía satélite es un golpe que nos azota cuando aún no logramos levantarnos. De hecho, hay gente que sabemos no se levantará nunca más.
De otras personas, en cambio, sólo oímos interrogantes. Habrá que preguntarle al mar dónde ha dejado durmiendo a nuestras familias.
Un terremoto no se puede evitar, lo sé. Somos un país sísmico, lo sé. La pregunta es si usted, señor constructor lo sabe. O peor aún, usted, señor inspector. ¿En qué pensaba cuando dio el vamos a edificios que no cumplían con la "alta norma de fiscalización" que regula nuestras construcciones? De seguro no en decenas de personas en Conce, cuya vida se fugó entre los escombros. No puede ser que comprar un departamento en Chile sea jugar a la ruleta rusa. Este no puede ser mi país. No mi Chile.
Un tsunami no se puede evitar, lo sé. Pero hay cursos de acción, hay un plan que seguir. O eso teníamos entendido los millones de chilenos que no podemos aceptar que por una descordinación, una falta de proligidad al entregar información.. que por un error humano hoy nuestras lágrimas caigan por chilenas y chilenos que se podían haber salvado. Que se debían haber salvado. Sus últimas declaraciones, Sra. Carmen Fernandez me dejan estupefacta. Dice poco menos que aunque hubiésemos tenido alerta de tsunami, no hay sistema para actuar, no es mucho lo que podemos hacer. Yo me pregunto porqué tenía que ocurrir ésto para que la Onemi nos revelara que vivíamos en una burbuja, porqué no pudimos prevenir la desolación antes de que ocurriera. Porque la costa y Chile entero sufre por culpa de personas que no hacen su trabajo, personas a las que le confiamos la seguridad de todo un país.
Quisiera gritárselo en la cara, señora. Quisiera.. pero la voz se me ha ido, huyó lejos de mí cuando vi a un chileno enarbolar una bandera chilena ajada enmarcado por su arrasado Pelluhue. Ese rostro me hizo enmudecer, porque reconocí en él la cara de un Chile que me parte el alma.
Y los muertos aumentan y por el momento se quedan sólo en eso. Una cifra, estadística de la cantidad de victimas fatales, familiares qe engrosan la lista negra de Chile tras el sismo. Y la prensa me recuerda que su dolor no es sólo un número, es noticia. Y vende. Y hay quien vela un anciano en las calles de Talca mientras otros esperan confirmación en un frío gimnasio donde una pizarra les indica que su ser querido murió y que está alli, en esa morgue improvisada y desesperada. El resto de los familiares no cuenta con tanta suerte y sollozan abatidos. Deseando despertar de esa pesadilla. Todos lo deseamos.
Tal vez mañana encuentre una lucecita de esperanza entre tanta devastación. Por ahora, déjenme llorar.
05.04 am
03 de Febrero, 2010.
03 de Febrero, 2010.
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